Una vez tenemos un plan estratégico que da pautas generales y orienta nuestra acción a largo plazo, necesitamos contar con una herramienta que concrete nuestro trabajo en plazos más cortos y en objetivos más concretos, delimitando las actividades que vamos a desarrollar. Esta herramienta es el plan de gestión.
Si hemos elaborado un plan estratégico a cuatro años, pongamos por ejemplo, vamos a necesitar planes de gestión anuales que iremos elaborando, implementando y evaluando de forma sucesiva y que, lógicamente, tendrán que ser coherentes con el plan estratégico.
El plan de gestión debe contener al menos los siguientes aspectos:
- los objetivos anuales, que han de ser evaluables y estar ligados a los objetivos generales del plan estratégico;
- las actividades para conseguir esos objetivos;
- las tareas a realizar, señalando quiénes las van a realizar y cómo;
- los recursos económicos,, materiales y humanos necesarios;
- el cronograma o secuencia de ejecución de las tareas y responsabilidades.
Un buen plan de gestión evita uno de los errores más frecuentes en las entidades: la improvisación, trabajar sobre la marcha y sin tiempo para preparar bien las cosas. El plan de gestión implica parar, reflexionar y planificar los pasos que se van a dar, orientándolos hacia un fin y midiendo los tiempos y los recursos necesarios. En definitiva, supone operativizar los objetivos de la entidad definiendo las líneas de actuación, estableciendo las tácticas a seguir, y concretando las acciones y los proyectos, todo ello con una planificación en detalle y programando cada elemento con tiempos, tareas y responsabilidades.